A principios de verano surgió una agria polémica sobre la conveniencia o no de usar Mono (la implementación libre de los estándares ECMA-334 y ECMA-335) dentro de GNOME. El problema en buena medida venía dado por las diferentes opiniones sobre la libertad de Mono. Los que estaban a favor afirmaban que Microsoft había reconocido de manera explícita que renunciaba a denunciar a nadie por usar sus patentes sobre ambos estándares, mientras que los que estaban en contra afirmaban que dicho texto legal era lo suficientemente obtuso como para que no garantizase prácticamente nada, y que habría que abandonar por completo Mono, proponiendo algunos reemplazarlo por Vala. En su momento no escribí nada, en parte porque ya había suficiente polémica, y en parte por falta de tiempo, así que ahora que los ánimos están más calmados me gustaría dar mi opinión sobre una cuestión relacionada.
Para empezar, todo el mundo se centra directamente en si hay riesgo de que haya demandas por patentes a la hora de usar Mono. En ese punto no voy a entrar puesto que se trata de una cuestión legal y yo no soy abogado. Donde sí me gustaría entrar es en el tema de qué aplicaciones es razonable que se escriban en Mono (y, en realidad, en cualquier otro lenguaje que trabaje sobre un runtime, como Java o Python) y cuales deberían ir siempre en Vala.
Para presentar el problema me iré al caso de un viejo conocido de todo el mundo: Windows Vista. Tras su lanzamiento surgieron grandes críticas por su excesivo uso de memoria, lo que obligaba a instalar al menos 2GB para conseguir una fluidez equivalente a la de un Windows XP con 512MB.
Y ese es el problema de utilizar Mono, Java, Perl o Python en donde no se deben usar. Recordemos que el usuario utiliza un ordenador con un fin concreto: realizar un trabajo. Para ello utiliza un programa determinado: si quiere dibujar, utilizará un programa de dibujo; si quiere escribir una carta, utilizará un procesador de texto, etc. Una vez que ha terminado la tarea, cierra el programa (liberando los recursos utilizados) y abre otro para hacer otra tarea.
Por otro lado, tanto los usuarios como los programas necesitan de un sistema operativo que actúe como intermediario. Es importante recalcar que el sistema operativo, hasta cierto punto, debería ser transparente: el usuario no utiliza el sistema operativo para hacer sus trabajos, sino los programas concretos. Así pues, el sistema operativo debe ser parco en el consumo de recursos, pues éstos deben estar disponibles para los programas.
El problema surge cuando hacemos parte del sistema operativo en un lenguaje interpretado o que necesite una máquina virtual. En ese momento nos encontraremos con un consumo mayor de memoria y de procesador, lo que significa que está consumiendo recursos que no debería. Un ejemplo de esto sería programar applets de escritorio o extensiones del gestor de archivos utilizando Mono o Python, o demonios que se queden en ejecución en segundo plano durante toda la sesión. Sin embargo, una aplicación sí puede estar escrita en estos lenguajes porque, a fin de cuentas, es lo que el usuario quiere utilizar. Podría ser deseable que utilice menos recursos, pero ya no es algo tan crítico porque aquí sí estamos utilizando lo que, a fin de cuentas, nos corresponde. Y por aplicación incluyo aquí también aplicaciones oficiales de Gnome, como por ejemplo, Banshee o F-Spot. La clave está en si son programas que permanecen abiertos durante toda la sesión y consumiendo recursos, o son aplicaciones que el usuario lanza expresamente cuando quiere realizar una tarea y que cierra cuando ha terminado de hacerla, liberando los recursos que utilizó. No olvidemos que una aplicación se puede cerrar y volver a abrir, mientras que un applet o un demonio tienen que estar corriendo constantemente para cumplir su función.
¿Entonces debemos utilizar siempre C para realizar las aplicaciones de escritorio, complementos y demonios? Aparentemente sería lo deseable; sin embargo, tiene el grave problema de que programar en C no es tan cómodo, ni los programas son tan mantenibles, como programar con Python, C# o Java (por algo existen). Y es justo aquí donde Vala brilla con luz propia: al tratarse de un lenguaje de alto nivel, con gestión de memoria asistida y una biblioteca de funciones y componentes que crece día a día, simplifica la escritura y mantenimiento del código hasta el nivel de los otros lenguajes comentados; y al compilarse directamente a código nativo, sin necesidad de ningún runtime extra, el resultado es prácticamente tan bueno como si se hubiese utilizado C desde el principio. Por supuesto, Vala también se puede utilizar para escribir aplicaciones, pero considero que aquí ya es cuestión de preferencias, así que cada uno utilice lo que más le guste: Perl, Python, C, Vala, Mono, Lisp, Ook… Pero para partes del sistema operativo o del escritorio considero que sólo se debería utilizar Vala.
Y debo reconocer que consejos vendo pero para mí no tengo, porque una de mis aplicaciones (GtkPSproc) está escrita justo al revés: el programa principal, que sólo se lanza cuando el usuario quiere imprimir algo, y que lleva la interfaz gráfica y hace todo el trabajo, está escrito en C, mientras que un pequeño applet (que, por tanto, está ejecutándose desde que se inicia el escritorio hasta que se apaga la máquina) que se encarga de reenviar la impresión al programa principal, está escrito en Python. En mi defensa diré que la aplicación principal la escribí antes de aprender Python, y que escribir el applet en python fue una chapuza inicial que acabó quedando como definitiva (¿Cuela?).